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Culpable para un delito (1966)

Culpable para un delito (1966)

  -   Crime

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Estamos en la posguerra española, años 60 en Zaragoza, en un gimnasio de barrio donde se entrenan varios boxeadores. El promotor aparece y juzga inmediatamente a sus boxeadores: "Éste está acabado, éste aún puede hacer algo". Martín Baumer (Hans Meyer) está en el ring, entrenándose. Es el esparring, un antiguo boxeador acabado que ya no es capaz ni de moverse. Un chaval flacucho y esmirriado está como quien dice, acariciándolo, mientras el entrenador anima a Martín para que se mueva y haga su trabajo. Llega un momento en que Martín se harta y le pega un buen puñetazo al principiante, al que deja tumbalo - el entrenador le dice que sus tiempos ya han pasado y que no puede acabar de esa manera con los principiantes como Bobby.

Martín recibe una llamada de teléfono. Es un antiguo amigo, Horacio Birakis, que le pide que no le guarde rencor, ya que el asunto es de vida o muerte; al final, Martín se ablanda y dice que saldrá esa noche en el tren exprés para Madrid. Cuando se ven en la estación, casi no saben ni que decirse, aunque al final Martín ofrece generosamente la mano. Cogen el metro para ir hasta el almacén donde trabaja Horacio; éste dejó allí su coche para que nadie se diese cuenta de que había salido. Antes de entrar, Martín tiene que quedarse atrás para atarse un zapato. Llama a Horacio. Cuando se juntan, alguien entre la multitud pega una puñalada a Horacio. Martín coge el cuerpo que cae, y todos piensan que fue él. Evidentemente, de los muchos testigos que después van a testificar en contra suya, realmente nadie vio el hecho, pero todo apunta a que él fue el asesino.

La mujer de Horacio, Patricia Birakis (Yelena Samarina), dice que Martín es un hombre bueno, pero tampoco da ninguna explicación. Dice que ni Horacio ni ella lo vieron desde hace 7 años, desde que Horacio y ella se casaron. La viuda había sido novia de Martín, que no se lo perdonó. Desde las 6.30, Horacio se metió en su habitación diciendo que tenía dolor de cabeza, con lo que su mujer no sabe si a las 7 él llamó o no. En el gimnasio saben que Martín recibió una llamada, pero no saben de quién.

En Zaragoza, a donde Martín es trasladado, el promotor comenta fríamente que todos los boxeadores acaban como unas cabras. Martín va al baño; golpea a los guardas que lo custodian y huye. Sale tapándose las esposas con un abrigo; nadie lo interrumpe. Se sube a una camioneta de transporte de madera que losaca de allí. Cuando el pequeño camión llega al almacén que es su destino, Martín se baja, dejando cao al camionero. Allí por fin consigue librarse de las esposas.

Un policía está preocupado por un caso sobre diamantes de contrabando, pero el intermediario acaba de morir atropellado - supuestamente por accidente - en el que no da avanzado nada. El comisario le dice que lo deje: Martín Baumer se ha escapado y eso tiene prioridad. El policía teme que Martín vaya ahora a por la viuda - el comisario piensa que estará cansado, con hambre y que no tendrá tiempo para tomar una decisión calculada.

Martín va a un gimnasio, donde dos judokas están peleando. Uno de ellos, Kliber, ayudará a Martín. Klíber había ayudado a Martín cuando éste despuntaba como boxeador. Klayber dice que le daría el dinero aunque sí hubiese matado a Horacio; a Klayber le ha ido bien, así que darle dinero a Martín en efectivo para él no supone un gran problema. Martín dice que él no puede odiar a una persona, aunque a veces sí que se enfurece y puede tener un pronto violente. Sin embargo, Klayber se niega a acogerlo y esconderlo. El comisario llama por teléfono y Klayber le dice que no ha visto a Baumer desde hace un montón de años.

El comisario y un policía van a la tienda de deportes regentada por Patricia. Ella había ayudado mucho a su marido cuando él vivía, y trabajando, por lo menos se entretiene. Mónica (Perla Cristal), la secretaria de confianza, también está presente cuando le dicen que Martín Baumer se ha escapado. La viuda es la única que duda de que él realmente sea el asesino de su marido. El comisario dice que le pondrán protección. Mónica quiere decir algo al comisario sobre el señor Birakis, pero en el último momento guarda silencio.

La señora Birakis va a una iglesia solitaria donde se encuentra con Martín. Ni Patricia ni Martín se explican la muerte de Horacio. Martín se da cuenta de que el culpable tenía que saber lo que pensaba hacer Horacio. Patricia le dice que todo pasaba por manos de Mónica. Patricia ayuda a Martín porque se siente en deuda después de todo el daño que hizo a su ex-novio.

Martín entra en casa de Mónica fingiendo que va a entregar un telegrama urgente. Ésta acaba de salir de la ducha. Mónica dice que fue Martín quien mató a Horacio, y que nadie sabía que iban a verse. Martín le pide que le ayude a probar su inocencia, y le dice que sospecha de ella. Mónica no contesta, se mete en su habitación para cambiarse. Mónica dice que los negocios le iban bien, pero Martín cree que allí está la clave de todo. El funeral será al día siguiente a las diez, en la catedral. Mónica afirma que ella era la única que realmente conocía a Horacio. Martín afirma que ni siquiera va a intentar convencerla de que él no es el asesino. [No queda claro si afuera hay un coche de la policía esperando por Martín]

Mónica lleva a Martín al despacho de Horacio; éste revuelve papeles y papeles pero nada le llama especialmente la atención. Además, hay una sombra de un hombre armándose. Mónica empieza a recoger la montaña de papeles diseminados por el suelo. Martín se fija en unos viejos guantes de boxeo colgados de la pared como elemento decorativo: en uno de ellos encuentra los diamantes. Mónica dice que los guantes que los guantes de boxeo de los que sacó los diamantes no son los típicos que solían estar colgados allí, unos Champios americanos, son otros de una marca mucho más exclusiva que sólo tienen un comprador en España. Cuando Mónica va a decir a Martín el nombre del cliente, alguien le lanza una flecha y la mata.

Ahora Martín ve al asesino a lo lejos. El hombre coge los diamantes y los guantes de boxeo. Cuando Martín vuelve al despacho que ahora es de Patricia, sólo encuentra el cuerpo muerto de Mónica. Por la ventana se oyen las sirenas de la policía. Martín sube a la azotea - desde allí no hay salida, hasta que fuerza unna puerta La policía oye el ruido de la puerta al cerrarse - se ve girando una rueda. El comisario manda que registren todo el vecindario, mientras Martín se descuelga a pulso por los cables del ascensor. Llega al garage, pero allí también hay gente vigilando. El comisario se cita con su segundo en una cafetería.

El comisario no entiende nada del asunto - no entiende las razones de Martín para matar a Mónica, volver a la oficina, o por qué Patricia lo defiende. Salen corriendo al oír unos tiros - Martín corre por un puente. Está acorralado, así que no le queda otra que saltar al río. El comisario manda llamar a la patrulla fluvial para rastrear las orillas.

Es de noche, y Martín se mueve por las alcantarillas. De repente, un coche intenta atropellarlo. Lo único bueno es que consigue leer la matrícula. Un taxista lleva a Martín a uno de los tugurios del puerto. El taxista le dice que cuando hay sueñecito, lo mejor es irse a casa. En el bar, se come un bocadillo tras otro. Una mujer que se llama María - de nombre artístico Mayra - (Dina Loy) entabla conversación con él, diciendo que nunca tiene hambre. Martín la invita a cigarrillos. María/Mayra le pregunta si puede acompañarlo, y entonces se van los dos juntos. Ella le cuenta que está esperando una oportunidad como bailarina. Van a parar a una de las calles donde los marineros están ligando. La noche es fría y Martín está cansado y tiene la ropa mojada. María/Mayra le propone entrar en un pub a ver un espectáculo de danza donde hay unas chicas ligeritas de ropa - para la época - donde entrarán en calor. Unos marineros empiezan una bronca lo que seguro atraerá la atención de la policía, así que salen por la entrada de la orquesta. Dicho y hecho - en cuento ellos salen, entran la policía.

María/Mayra le dice que ella solía vivir en una pensión cuya dueña la acusó de haberle robado una sortija y que por eso acabó en el trullo. Entran en un hotel, donde un matón llamado Max sale con una chica. El recepcionista le dice a María que no quiere jaleos, y que su amigo no parece muy tranquilo. María se le pone cariñosa en salto de cama. Le pregunta si no le gusta, pero Martín le dice que está muy cansado. María/Mayra le propone irse al día siguiente los dos juntos, porque ellos dos son iguales, unos animales a los que todo el mundo engaña; pero en cuanto él se queda roque, le quita todo el dinero. María/Mayra se va del hotel como perico por su casa. El recepcionista se extraña de que hayan acabado tan temprano, y dice que se ha quedado frito, y por cierto, añade, "lo busca la policía". Ásí que los patidifusos del recepcionista y de Max salen disparados a la habitación para echar a Martín a patadas. Despiertan a Martín de malas maneras, que se pelea con ellos. Como está agotado, al final Max el matón arrastra el cuerpo de Martín, y obedeciendo las órdenes de su jefe, lo deja tirado por ahí.

Ya es de día, y Martín se despierta en una playa desierta, con el suelo lleno de piedrecillas. Se despierta quejándose de que le duele todo. Tambaleándose, empieza a andar. De repente, Martín piensa en Patricia, y continúa andando, ahora de una manera más enérgica.

Patricia no entiende para quién son los diamantes. Martín está más preocupado por ella que por él mismo. Patricia le dice que la policía estará vigilando en la catedral durante el funeral. Martín dice que ahora, ella es la única que podría saber quién era el destinatario de los diamantes, así que ese cliente que compraba la marca especial de guantes de boxeo irá a por ella. Patricia sale pitando en su coche, sin hacerle caso.

La policía no ha relacionado los dos casos: el de los diamantes y el del asesinato. El ayudante del comisario le comenta que el primero sigue estancado. Patricia quiere irse de la ciudad una temporada, mientras Martín observa desde detrás de un árbol. De repente, reconoce al coche que intentó atropellarle, y sale disparado en un taxi tras él.

El empleado del almacén llama al comisario para decirle que Patricia va a irse al campo. El comisario está convencido de que Baumer irá detrás de ella. Baumer le dice al taxista que lo espere allí, pero el taxista siente que algo raro está pasando cuando Martín se acerca al coche que itnentó atropellarlo y entra sigilosamente en el edificio. Ahora están en una casa en mitad de ninguna parte. Klayber aparece, apuntándole con una pistola. Le cuenta lo que pasaba: al principio, pasaba los diamantes escondidos en los guantes de sus boxeadores, pero después, pensó que sería más fácil si alquien más hacía el trabajo sucio para él, incluso sin saberlo. Lo que no le explica es como él se enteró de que Horacio iba a esperarlo a la estación de tren.

Klayber dispara, pero Martín desvía el disparo. A continuación, hay una pelea entre los dos en la que van destrozando la estancia poco a poco. Klayber dice a Martín que ha aprendido a odiar demasiado tarde.

Patricia aparece sujetando otra pistala. Ella dice "basta" dos veces. Patricia estaba compinchada desde el principio. Patricia había ido diciendo a Klayber cada uno de los pasos de Martín. Patricia dispara a Martín en un hombro. Klayber, que había perdido la pelea, desde el suelo y con la cara ensangrentada chilla "¡Mátale, mátale!", pero los disparos que se oyen son los de la policía contra Klayber, que muere allí mismo.

Aparecen el comisario y la policía. Patricia se da cuenta de que todo está perdido para ella. Resignada pero digna, le pregunta al comisario cómo lo supo; éste le contesta de que habían intervenido los teléfonoes tras la muerte de Mónica como medida de seguridad. La llamada de Baumer a Patricia pidiéndole que hablara con él para contarle la trama de los diamantes, los convenció de que él sólo quería protegerla, no matarla. Afortunadamente para Baumer, el taxista lo había reconocido y dio parte a jefatura.

El comisario le pregunta a Patricia cuánto hubiera tardado en deshacerse de Klayber también. Por toda respuesta, ésta mira a Martín y le dice: "¿Sabes, Martín? En realidad nunca te quise."

El comisario dice a Martín que hay que curarle todas esas heridas. Según se van, añade que "ha sido duro para él [Martín Baumer], pero que por lo menos ahora está vivo y libre." Martín contesta que le parece que por primera vez está libre en diez años.

La película acaba con un primer plano del cuerpo muerto de Klayber.
Director:
José Antonio Duce
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